La forma en cómo los elefantes blancos se convirtieron en una obsesión para mí inició cuando era un adolescente. En esa época mi padre pagaba con dificultad las colegiaturas de la escuela, a pesar de que trabajaba en su fábrica doce horas diarias. De lo único que hablaba durante la hora de comida era sobre el mal uso que los políticos daban a sus impuestos: “¡Puros pinches elefantes blancos!”, decía.
En la cabeza de un adolescente ingenuo comenzó a rondar la idea de que, si estudiaba mucho, tal vez podría resolver ese problema en el futuro y, con ello, aliviar la frustración de muchos papás que se sentían igual. Ese pensamiento creció y se convirtió en el centro de mi interés intelectual.
Mi libro El País de los Elefantes Blancos es producto de esa obsesión, estudio, investigación y 20 años de experiencia en políticas públicas. A continuación, te comparto uno de los casos de buenas intenciones que terminaron en desastres y que forma parte de la obra.
El 30 de septiembre de 2016 tuve la oportunidad de asistir a la apertura de la primera planta de Audi en el continente americano. En el trayecto viajé con un excompañero de prepa, quien trabajaba para Volkswagen. Él era especialista en el sector automotriz y un enamorado de los autos desde que tenía 15 años.
El trayecto a San José Chiapa, Puebla, duró una hora. Mi amigo no dejó de hablar sobre la importancia de la planta y la tecnología con la cual operaría. “Esta planta es una fregonería, mi Julius”, repetía. No sé si fue el efecto de influencia, pero, cuando crucé la puerta de la fábrica, quedé maravillado con la estética del lugar.
En el evento hubo pocos oradores, pero el discurso que más llamó mi atención fue el de un funcionario del Gobierno del estado de Puebla. En un inglés impecable, describió la planeación de Ciudad Modelo. Este proyecto permitiría que los trabajadores de la planta de Audi tuvieran una opción moderna y atractiva de vivienda, muy cerca de su centro de trabajo.
Cuando terminó el evento, conocí a un funcionario que trabajaba en el proyecto de Ciudad Modelo. Le pedí una reunión para saber más sobre su desarrollo y tuvo la amabilidad de mostrarme una presentación ejecutiva. Al terminar, le hice al funcionario pregunta tras pregunta. Como buen político, me dijo con amabilidad que no podía responder muchas cosas porque aún había documentos en proceso.
Cuando escuché esas palabras, supe que algo estaba muy mal. El proyecto parecía muy bien planeado ante los ojos de un ciudadano o de un reportero que se dedica a repetir discursos de políticos. Sin embargo, bajo la lupa de cualquier analista de política pública, no pasaba la prueba del ácido: el análisis de factibilidad.
De las once preguntas que hice al funcionario, no me contestó la mitad. Seis preguntas sobre factibilidad quedaron en respuestas políticas, es decir, rollo mareador. Le agradecí al funcionario el tiempo, salí de su oficina y llamé a mi equipo de investigación: “Jóvenes, tenemos un nuevo elefante blanco para la colección”.
En este libro viajaremos por México, el país de los elefantes blancos. Desde Baja California hasta Quintana Roo, conoceremos desastres gubernamentales de los tres órdenes de gobierno y Administraciones de todos los colores. El recorrido incluye 32 elefantes blancos, uno por entidad federativa, los cuales iniciaron con buenas intenciones. En el texto, respondo tres preguntas:
La intención del libro es llenar dos grandes vacíos en la literatura relativa a cómo llevar a cabo un proyecto exitoso: 1) prevención de fallas en la planeación de proyectos de inversión y 2) prevención de fallas en la implementación de proyectos de infraestructura.
¡Quién diría que esa obsesión emergida en mi adolescencia cobraría vida en este libro! Espero que te ayude a usar más eficientemente nuestros impuestos y, como te mencioné en un principio, a aliviar las frustraciones de nuestros padres. Me gustaría ver menos elefantes blancos rondando nuestras ciudades.
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