Este libro me cambió radicalmente la forma de ver políticas públicas, especialmente, el diseño de políticas públicas. Tradicionalmente, se tenía en mente que todas las personas son completamente racionales, que sopesan costos con beneficios y siempre eligen la mejor decisión. Sin embargo, Piensa rápido, piensa despacio me hizo darme cuenta que, en ocasiones (más de lo que creemos), las personas simplificamos la toma de decisiones con ciertos atajos mentales. Lo cual es muy importante considerar al formular políticas públicas. Permíteme compartirte las ideas principales de esta obra.
Portada del libro Thinking Fast and Slow en su edición en inglés de Daniel Kahneman
Daniel Kahneman desarrolló un modelo racional de la toma de decisiones en situaciones de incertidumbre, de la mano de Amos Tversky. A pesar de ser psicólogo de formación, su aportación le valió el premio Nobel de Economía en 2002. Su compañero Tversky no fue acreedor de este galardón porque falleció en 1996.
Ambos llevaron a cabo investigaciones en las que emplearon conceptos y métodos de la psicología cognitiva para comprender asuntos económicos. Presentan evidencia para sustentar que los individuos no siempre somos racionales, realizamos elecciones con base en procesos psicológicos conocidos como heurísticos, por los cuales no siempre tomamos la decisión más eficiente.
Kahneman escribe el libro Pensar rápido, pensar despacio, en donde nos comparte los hallazgos de las investigaciones realizadas con su colega. En esencia, simplifica el funcionamiento del cerebro, a partir de un modelo en el que dos sistemas interactúan. El primer sistema se caracteriza por ser rápido, intuitivo y emocional, mientras que el segundo sistema es más lento, deliberativo y lógico.
El autor utiliza un lenguaje muy sencillo para transmitir sus ideas. Apoya al lector a identificar errores en sus juicios y en las decisiones que toma. Esto lo hace a través de ejemplos retomados de investigaciones realizadas en más de 30 años, lo cual facilita la comprensión de los conceptos y resultados.
En uno de los apartados del libro, el autor expone cómo funciona el cerebro a través de dos personajes: sistema 1 y sistema 2. Por supuesto, el funcionamiento del cerebro no es tan simple, pero estos sistemas ayudan a Kahneman a ilustrar cómo llegamos a ciertas deducciones.
El sistema 1 es intuitivo, se deja llevar por la rutina y es influenciado por los heurísticos. Los heurísticos son atajos o caminos cortos que tomamos al elaborar juicios o tomar decisiones. Además, este sistema está orientado hacia un espectro afectivo, es decir, las decisiones o juicios se construyen con base en sentimientos de agrado o desagrado. El sistema 1 también prefiere los resultados inmediatos. Por su parte, el sistema 2 razona de forma ordenada; analiza escenarios a largo plazo, compara y luego elige.
Ningún sistema es perfecto, son complementarios y propensos a cometer errores, pero el sistema 1 lo hace con mayor frecuencia, aunque puede evitarlo si desarrolla ciertas habilidades.
Otro aspecto que analiza Kahneman en el libro es la sobreconfianza. Describe cuán limitada llega a ser nuestra mente al sobrevalorar lo que sí entendemos de nuestro alrededor y a dar un valor menor a aquellas situaciones que son producto del azar o la casualidad. Considera que confiamos demasiado en lo que comprendemos por nuestra supuesta experiencia. Creemos entender muy bien el pasado, cuando en realidad no es así.
Al final del libro, el autor nos comparte los dos “yo” identificados por él y Tversky: el que recuerda y el que experimenta.
El “yo” que recuerda es quien toma las decisiones y aprende cuando falla, precisamente, porque captura las consecuencias de esa decisión errónea. En contraparte, el “yo” que experimenta solo vive. El problema aquí es que, con frecuencia, suele confundirse la experiencia con la memoria. Cuando esto tiene lugar, las decisiones y juicios pueden terminar basándose en recuerdos imaginarios.
Cuando terminé de leer este libro, quedé impresionado con lo que descubrí. ¡Podría aplicar lo aprendido al diseñar una política pública! Estos atajos mentales, de los que nos habla el autor, regularmente están presentes en la toma de decisiones, pero no siempre son la mejor opción. Suelen estar influenciados por nuestros sentimientos, impresiones o el exceso de confianza; es decir, pueden ser subjetivos.
Por lo tanto, al entender mejor cómo las personas toman decisiones, un especialista en política pública cuenta con más conocimientos para que el diseño de esta sea más apegado a la realidad. Además, al hacer uso de estos conceptos, se dispone de mayores elementos para anticipar los efectos de la intervención.
En palabras más sencillas, Kahneman nos ofrece una importante lección: en la medida que podamos detectar cuándo estamos siendo influenciados por nuestra memoria, motivaciones y/o emociones, estaremos mejor preparados para tomar decisiones más acertadas.
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